miércoles, 7 de diciembre de 2011

FIC LXXXVII



Perdón por tardar un mes, como ya dije los problemas personales van antes. Espero no estar otro mes sin poder escribir y sin poder subir.

Pido mil disculpas y espero que sigáis disfrutando del fic.

 
 87. Una historia corta.


Uno enfrente del otro, entre esas cuatro paredes y con los labios a escasos centímetros. Rozándolos pero sin llegar a saborearlos.

Con la mano izquierda Mesut recorre la espalda de Soledad provocando un escalofrío por todo su cuerpo. La morena no quiere seguir, de un paso se echa para atrás e intenta huir de ahí pero una de esas cuatro paredes se lo impide. Apoyada en la pared observa como ese chico moreno da un paso hacia ella.

Lentamente Mesut se acerca a esa chica morena que tiene enfrente que lo mira con ojos de deseo y tras apoyar las manos en la pared comienza a besarla suavemente por el cuello. A pesar de ser empujado por Soledad y escuchando las palabras ‘No podemos hacer esto’ no deja de besarla el cuello.

Soledad sabe que no debe hacerlo e intenta hacer todo lo posible para separarse de él pero es inevitable. Esos labios sensuales recorriendo su cuello y el alcohol son superiores a ella.

Soledad entrelaza los dedos entre el cabello del chico moreno y presiona sus labios contra los suyos. Mesut responde agarrando a Soledad por la cintura y arrastrándola hasta la pared de enfrente.

El ascensor se para y tras un rato intentando abrir la puerta de casa de Soledad llegan hasta el salón, tiran las chaquetas y la ropa al suelo, acabando en el primer sitio que encuentran. La mesa.

    - ¿Ya no recuerdas más? – pregunta Soledad sentada en el sofá.
    - Ya no recuerdo más – dice Mesut sentado al lado suyo-. Lo que no entiendo es como acabamos en tú habitación – dice pensativo.
    - Creo que a eso puedo contestar yo.

Tumbada en el sofá observaba como te vestías y te encaminabas hacia la puerta. Tuve un impulso y sin pensarlo y sin saber que hacia, me encamine hacia ti pero ya estabas entrando al ascensor.

Te paraste y me miraste. Me diste tú chaqueta y me dijiste.

    - Entra en casa o ponte la chaqueta que te van a ver los vecinos.

Yo ni me puse la chaqueta ni entre en casa, solo te observa esperar el ascensor que se habían llevado.

Cuando apretaste el botón me acerque a ti. Tú me abrazaste por la cintura y me arrastraste hasta la pared. Nos empezamos a besar, yo te empecé a quitar la ropa y no sé como acabamos tocando el timbre del vecino cogimos la ropa que había en el suelo y entramos a mi casa.

    - ¿El final tengo que contártelo o conoces el proceso?
    - Lo conozco, lo conozco.
    - Bueno pues ahora que ya sabes lo que pasó puedes irte – dice cogiendo un libro de la mesa.
    - ¿Cómo? No vamos a…
    - A nada, adiós.
    - ¿Estás segura que quieres que me marche? – dice sosegadamente levantándose.
    - Ajá – dice sin mirarlo y sin quitar la vista del libro.
    - Muy bien – se aleja hacia la puerta.

Mesut se sube en su coche, pone música por poner y se pone a conducir sin rumbo fijo.

    - Para algunas chicas ser futbolista del Real Madrid, tener dinero y ser buena persona no es suficiente. Me intereso por dos chicas buenas y guapas y las dos prefieren al mismo chico. Vale, muy bien. Tendré que empezar a ser un chico de apariencia mala – empieza a decirse en voz alta.


Mesut cansado de conducir por la ciudad decide volver a casa, allí se encuentra a su padre. Cosa que no se esperaba.

    - Hola hijo.
    - Papá – dice sorprendido - ¿qué estas haciendo aquí?
    - He venido para ver como estas.
    - Estoy muy bien, no necesito que me vigiles todo el tiempo para eso esta aquí Mutlu, ¿no?
    - Eso no es cierto, esta aquí para que no estés solo.
    - Se cuidarme solo, ¿o es que has tenido alguna queja mía?
    - No.
    - Pues entonces no hacia falta que vinieras además ya estuviste hace poco.
    - Solo he venido porque tú madre estaba preocupada.
    - ¿Qué es lo que os ha dicho Mutlu?
    - Nada. Tú madre te notaba raro por teléfono y no se quedaba tranquila si no venia a verte.
    - Papá dime que es lo que os ha contado Mutlu.
    - No me convence que estés tanto tiempo solo.
    - ¿Otra vez? Ya soy mayorcito.
    - Es la primera vez que te vas a vivir fuera de Alemania y tienes 22 años.
    - Los suficientes para vivir solo y cuidarme SOLO – pone énfasis al pronunciar la última palabra.
    - Si estuvieras en el Barcelona estarías más vigilado.
    - Por favor papá – se ríe – no digas tonterías. Soy futbolista no un preso.

Mesut pasa por la concina para coger algo de beber y se sube a su habitación a mirar el correo y a dormir.



Alicia no se percata de que el lugar al cual han llegado no lo conoce hasta que bajan del coche.

    - ¿Qué hacemos aquí? Quiero ir a casa – dice apoyada en la puerta.
    - Está es tú casa – contesta él sacando la maleta del maletero.
    - Sergio no estoy para bromas – lo ve acercarse a ella.
    - No es una broma – le pasa la mano izquierda por la mejilla-. ¿Confías en mí?
    - Confió – lo mira a los ojos.

Sergio pasa su brazo por encima de los hombros de Alicia y se encaminan hacia un porche con dos portales de color azules, un par de tiendecitas a cada lado y un bar estilo retro en la esquina.

Entran a un portal elegante, con un gran espejo. En el ascensor ninguno de los dos dice nada. Están uno al lado del otro, agarrados de la mano.

Sergio mete una llave en la cerradura de la puerta marrón y deja que Alicia abra. Sin mucho entusiasmo gira la llave y sin sacarla se queda sorprendida.

    - Es vuestra casa – le susurra Sergio al oído.

Se encuentra en un largo pasillo de color gris metalizado que acaba en un gran ventanal tapado por una cortina blanca. Da un paso, y a su izquierda encuentra una pequeña barra, con cuatro banquetas rojas, que acaba en una columna de madera, la cual esconde una sencilla cocina con armarios de color negro con la encimera roja y una pequeña ventana y un frigorífico gris. Justo enfrente una puerta corredera del mismo color que la pared.

    - Eso es el baño – dice Sergio colocando su mano derecha en la cintura de Alicia para llevarla mas a dentro de la casa.

Pasan la puerta y a la derecha, Alicia, descubre una mesa rectangular de cristal blanco con cuatro sillas blancas. Detrás un puerta del mismo color que la anterior. Gris metalizado.

Alicia sigue recorriendo la habitación con la mirada y descubre un pequeño mueble blanco con una cristalera llena de copas, dos pequeñas estanterías con una televisión negra y grande apoyada en un mueble blanco. Justo delante de la televisión una mesita pequeña y blanca es rodeada por un sofá cheslong, también de color blanco, con cojines negros y grises. Detrás del sofá y empotrado a la pared una estantería blanca y vacía y al lado otra puerta corredera y gris metalizado.

    - Es un piso muy bonito – después de un breve silencio concluye - y acogedor.
    - Os he hecho la cama – dice Vanesa saliendo de la habitación de detrás de la mesa.
    - Gracias – dice Sergio abriendo la puerta de al lado de la estantería para dejar la maleta de Alicia.
    - ¿Y este piso? ¿Hubo algún problema con el otro? – pregunta Alicia abrazando a su hermana.
    - Eso que te lo explique Sergio – le señala mientras él sale de la habitación.
    - No me gustaba la zona – extiende la mano hacia Alicia.
    - Yo fui al piso que me dijo ella – señala a Vanesa por encima del hombro a la vez que se acerca a Sergio.
    - Vamos a ver tú habitación.
    - Nuestra – dice parándose en seco delante de Sergio -, pero antes me tenéis que explicar algo – mira a Vanesa de brazos cruzados.
    - Tengo que irme a dormir – dice ella yendo hacia la puerta del fondo.
    - Quieta ahí – dice sosegadamente haciendo que su hermana se detenga-. ¿Qué tengo que saber y no sé? ¿Cuál es el motivo por el que Puyol me ataco de esa forma?
    - Sentémonos – dice Vanesa sentándose en el sofá.

Alicia mira a Sergio y él asiente con la cabeza. Vanesa le explica lo mismo que le conto a Sergio y Sergio explica lo que Gerard le contó.

    - No me puedo creer que me hayas ocultado eso, y que me mintieras en lo de Paris.
    - No lo sabía nadie, hasta que me encontré con Gerard y Sergio me preguntó.
    - Lo que no entiendo es por qué me atacó Carles.
    - Tengo que hablar con él, pero me las pagará – termina con rabia.
    - Shh – sisea Alicia agarrando a Sergio por el mentón con la mano libre, la izquierda-. Tranquilízate – le da un corto beso en la mejilla.
    - Ali deberías irte a dormir, debes de estar cansada – le pide su hermana.
    - He dormido en el coche, no tengo sueño y tenemos que hablar.
    - Tú hermana tiene razón y tenéis mucho tiempo para hablar.
    - No tengo sueño.
    - Da igual, mañana tienes clase así que a dormir – señala Sergio la habitación.
    - Que mandón estas – se levanta rechistando-. ¿Dónde esta Manchita? – pregunta a la vez que abraza a su hermana.
    - En la otra casa.
    - ¿En la tuya?
    - Si – le da un abrazo a Vanesa.
    - Buenas noches chicos.

Alicia entra a su nueva habitación y tras encender la luz descubre una gran cama delante de ella echa con mantas celestes y con un cabecero blanco detrás, dos pequeñas mesillas del mismo tono a cada lado con dos pequeñas lamparitas. Justo enfrente de la cama, al lado de ella, posa la mano sobre un mueble con cajones blancos pegado a un escritorio esquinero con un pequeño flexo y una silla blanca debajo de la mesa. Justo encima del escritorio hay dos estanterías. Las paredes son una mezcla entre un color blanco y un azul celeste y una cortina celeste que esconde una pequeña ventana.

    - ¿Solo había muebles blancos? – bromea Alicia abrazando a Sergio por el cuello.
    - Sabía que querías una casa luminosa – la rodea por la cintura con los brazos-. No es una casa grande pero es un piso bonito.
    - Es perfecto – le besa en los labios – gracias.
    - Cerraos la puerta que no quiero ver como traes a mis sobrinos al mundo – dice Vanesa riendo desde la cocina.
    - Cotilla – dice Sergio estirando el brazo para cerrar la puerta.
    - Sabes que parte de ese armario es para ti, ¿verdad?
    - Aja – asiente con la cabeza – y parte del otro es para ti.
    - ¿Por qué lo has hecho?
    - Porque quiero que tengas tú espacio y no estés sola cuando yo este de viaje – la arrastra hasta la cama sin dejar de abrazarla-. Y porque te quiero, que es el motivo principal.
    - Han sido unos días muy duros tan lejos de ti.
    - Ya estamos juntos.
    - Hasta el domingo – lamenta Alicia.
    - No digas eso – Sergio pone los ojos en blanco-, aun estamos a miércoles.
    - Lo sé pero cinco días tan lejos de ti son muchos.
    - Tenemos toda una vida para estar juntos.
    - Siento romper este momento tan maravilloso, pero es de vida o muerte.
    - Tira a vomitar – dice apartándose de encima de Alicia.
    - No es eso – dice aún tumbada en la cama.
    - ¿Qué pasa?
    - Dime que hay comida – pone las manos en forma de oración y poniendo ojitos.
    - Si que la hay – se ríe a la vez que se levanta.
    - No te rías de mi – se queja subiéndose a su espalda.
    - Me río de cómo lo has pedido – la agarra las piernas para que no se caiga mientras anda hacia la cocina-. Podías andar tú sola que son dos pasos – dice sin perder la sonrisa.
    - Para que voy a dar dos pasos si lo puedes dar tú por mi – le hace una pedorreta en la mejilla tras terminar la frase.
    - ¿Qué es lo que quieres? – la deja encima de la barra.
    - Lo que sea – dice sin soltar las piernas de la cintura de Sergio.
    - Cariño si no me sueltas no puedo ir a la nevera.
    - Ya voy yo – dice ella volviéndose a colgar de su espalda para acabar en el suelo.
    - Que rara eres – dice él dándole un beso en la mejilla.

Alicia se prepara un sándwich con todo aquello que encuentra en el frigorífico que le gusta y bajo la mirada de Sergio y carantoñas se sienta en la banqueta a comérselo.


Son las 7 de la mañana y es la hora de que Alicia se despierte para ir a la universidad pero no se encuentra bien, Sergio intenta que se quede en la cama pero ella no quiere.

    - Te dije que no comieras tanto – entra en la habitación con una taza.
    - Tenia hambre – dice levantándose.
    - Túmbate – deja la taza en la mesilla.
    - Tengo clase.
    - Que te tumbes – hace aman de tumbarla en la cama.
    - Que no, que son cosas del embarazo – levantándose.
    - Tomate esto y vuelve a tumbarte.
    - Que es eso – fulmina la taza con la mirada.
    - Es una manzanilla, tómatela y túmbate.
    - No quiero, quiero leche.
    - Alicia – la agarra de la mano – tómatela.
    - ¿Si me la tomo me dejaras irme a la ducha y después a clase?
    - Si.
    - ¿Seguro? – lo mira a la vez que se sienta en la cama.
    - Si – le ofrece la taza.
    - Trae.
    - Te dejare ir si te encuentras bien – dice Sergio después de que Alicia se haya tomado la taza de manzanilla.
    - Que malo eres.
    - Tira a la ducha y según como estés después de desayunar decidiré si vas o no – termina la frase dándole un beso en la mejilla y una palmadita en el culo cuando se levanta.

Alicia y Sergio desayunan junto a Paris mientras Vanesa se ducha y se arregla.

    - Vamos enana – dice Vanesa dejando su bolso y una pequeña mochila en la barra.
    - ¿Adónde vais tan temprano? – Dice Alicia con un vaso de cola cao en la mano.
    - Me la llevo a la guardería sino yo llegare tarde.
    - ¿Quieres que la lleve yo? – Se ofrece Sergio.
    - ¿Lo harías? – lo mira.
     - Claro – sonríe – antes de ir a Valdebebas la llevo.
    - Muchas gracias – le da un beso en la frente a Paris – te quiero.
    - Adiós – dice Alicia antes de sacarle la lengua a Paris-. ¿Dónde va tan temprano?
    - A trabajar.
    - ¿A conseguido el trabajo que le dio Irina?
    - Lleva a prueba desde el lunes.
    - Muy bien, y no me cuenta nada.
    - No te enfades – le da un beso en la frente - voy a ducharme para llevaros a vuestras cárceles.
    - ¡Eh! No le digas eso que la vas a asustar – le da un golpe en el brazo-. No le hagas caso al tío Sergio que es tonto – le dice a Paris.
    - Lo sé – se ríe Paris.
    - Te he escuchado pequeñaja – grita Sergio desde el baño.
SönPL

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